
Dirigen: Los hermanos Quay
vista en @VIFF
Una pesadilla surrealista atrapada en celuloide, Así es como definiría la obra: The piano turner of Earhquakes.
Una cantante de ópera, Malvina (Ana Casar) muere trágicamente durante la función. El Dr. Groz (Tottfried John) toma su cuerpo y lo “reanima”, en un acto misterioso y se la lleva a su isla. Tiempo después un afinador de piano, Felisberto (Cesar Sarachu) es contratado para afinar una misteriosa maquina que funciona en base a sonidos, pronto se da cuenta que están muy ligados a las acciones de los escasos habitantes de la isla, peor aún, son automatons, seres humanos no vivos, pero tampoco muertos, que viven en pequeñas cajitas creadas por el doctor. Lo que más gusta, como siempre, es la animación, esta vez combinándolo con una manipulación de tiempo que da la sensación de misterio muy bien lograda por los famosos hermanos. Filisberto se enamora de la misteriosa cantante de ópera, sin sospechar que el malvado doctor Groz también tiene siniestros planes para él. Cada día Filiberto cree tener sueños o pesadillas que lo llevan a encontrar a Malvina, de la cual se enamora casi al instante. Ella pide ayuda pues no quiere vivir como autómata. Filisberto lucha con todas sus fuerzas por descifrar los misterios de la enigmática isla, así como la manera de liberarse de la terrible fé que les espera a ambos. El día del concierto llega y sus peores temores se hacen realidad.
Una obra completamente formalista, que hechiza desde la primer secuencia, con la manipulación de imágenes que sólo Stephen y Timothy Quay pueden lograr para cautivar al público.
Como parte de la audiencia pude darme cuenta de varias personas que literalmente estaban tan concentradas con la pieza que estaban al borde del asiento, cabeza y torso inclinado al frente; un poco más y se meten en la pantalla. Es en este tipo de festivales de cine y de películas formalistas, es que uno se da cuenta del poder absorbente que tienen las obras cinematográficas formalistas, así como el placer de compartir asiento con personas que les gusta comprometerse con el mundo fantástico del celuloide, más aún en un tiempo donde el video y el DVD quita esta experiencia, es bueno saber que el cine sigue siendo un acto colectivo.
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